domingo, 8 de agosto de 2021

Cambio de perspectiva

mood:  Descansando con las nubes

Escrito en la piscina con boli y papel. Creo que es la primera vez que no me ha importado que el café se enfríe... Igual también echo de menos escribir con mis manitas en mi libreta especial.


Ayer me encontré en una conversación que no esperaba alrededor de este vídeo, y me dejó pensando en otras situaciones en las que yo también me he sentido un poco así:


Recordé una de las últimas veces que fui al encuentro de Benagalbón en verano. Hicimos una celebración del perdón y yo me puse en la cola para confesar (como somos/éramos tantos se hacía una cola única, del estilo de las cajas de Primark xD, y no sabías con quién te iba a tocar). Cuando llegó mi turno, entre otras cosas, conté que era muy floja porque, aunque se suponía que sabía lo que podía conseguir (y lo dije con esas mismas palabras, atención), no hacía lo necesario para ello.
Pero no era un cura cualquiera, era Felipe Nieto. Y me preguntó "pero floja... ¿o desmotivada?" Me dejó muerta porque jamás en la vida se me habría pasado por la cabeza esa posibilidad, y aunque en el momento respondí que sólo era un problema de vagueza, la pregunta se quedó ahí macerando al fondo del cerebro.

Hoy entiendo perfectamente aquel "se supone", porque sé que realmente nunca me creí que pudiera hacerse realidad llegado el momento. Y si sabes que esa única recompensa no va a llegar, ¿qué te queda? ¿Para qué esforzarse?

Estoy segura de que en sus muchos años de servicio se habría encontrado más de una vez y más de dos con situaciones similares en las que nadie se había preocupado por descubrir el motivo real enterrado debajo. Gracias por no quedarte en la superficie, por hacerme reflexionar todavía hoy aunque hayan pasado diez años y por ayudarme a entender que no todo dentro de mí está roto.


Relacionado con esas cosas que quería hacer y no hago, una duda que me corroe con asiduidad es si de verdad me esfuerzo, o si pienso que hago lo que puedo como una excusa ante mí misma.

Durante la carrera poca gente se posicionaba abiertamente de mi lado. La inmensa mayoría, sobre todo en mi familia, guardaban silencio o insistían (unos días en modo poli bueno y la mayoría de poli malo) en que lo que hacía no era suficiente. La única que recuerdo que me apoyara incondicionalmente tras un examen era mi abuela Marina. Aunque estuviera triste porque no me había salido bien, ella siempre me preguntaba "¿has hecho todo lo que has podido? Pues ya está, el que hace lo que puede no está obligado a más. La próxima vez será." No siempre me lo creía, pero sí agradecía sus palabras de ánimo.


Ahora también pienso en eso con frecuencia y hoy he tenido una iluminación. Quería hacer cosas, sí. No las he hecho todavía, no. ¿Por qué? He hecho otras, vale. ¿Pero por qué priorizarlo de esa manera? ¿Qué otras cosas son prescindibles? ¿Podía sacar y aprovechar (maldita palabra) algo de tiempo de ahí?
Ducharme más rápido, hacer algo a la vez que como/ceno, robarle horas al sueño, no parar un segundo. Podría, cierto. Físicamente nada me lo impide excepto lo de dormir... eso sería más jodido.

Y aquí la pregunta del millón que tantas veces pasamos por alto. ¿Sería (más) feliz haciéndolo?

NO. La respuesta ha resonado muy claramente.

Así que quizá ésa es la definición de "lo que se puede" y así es como debemos medirlo.


Quizá sí hacía todo lo que podía, aunque en ese momento no fuera suficiente para aprobar.
Quizá ahora también hago todo lo que puedo. Pero quizá no es momento de avanzar según ese plan teórico ideal, sino de afianzar.


Gracias, abuelita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario